1- Sentirte merecedor
De puertas afuera casi todas las personas dicen
desear más dinero, tener una mejor situación económica, pero en lo
más profundo de sí mismas, son muy pocas las que realmente se sienten dignas de
poseer abundancia.
Se nos ha educado para fijar nuestra atención en lo
externo y de este modo, si observamos la miseria que existe en tantas partes
del mundo, la percepción y razonamiento interior que muchos sostienen en sus
mentes es la de ¿es justo que yo desee más dinero cuando hay tantas personas
que pasan privaciones? Ya seas consciente de ello o no, este planteamiento
malogra la prosperidad en tu vida.
En el otro extremo, pensar que los millonarios tienen
ética, son egoístas o cualquier otro pensamiento de crítica hacia quien goza de
riqueza, está perjudicándote mucho más de lo que imaginas e impregnando en tu
campo emocional lo que deseas evitar.
Cada persona tiene la misma libertad mental de
crear con sus pensamientos la vida que desea y nadie puede crear las
experiencias de un tercero. Tú única responsabilidad es ser maestro de tu
propio campo mental y desde esa posición podrás ayudar mejor a otros a crecer
por sí mismos.
Sentir que eres una persona digna de todo lo bueno
que existe y que mereces la prosperidad y la riqueza es el primer paso para
recibirlas.
2- Enfocarte en la Abundancia y no la carencia
Hay diversos estudios sociológicos en los que
cuando se les pregunta a las personas sobre su autoimagen la mayoría de ellas
dicen ser positivas y ver el lado bueno de las cosas, pero la realidad te
aseguro que es bien distinta.
A pesar de que de forma consciente un individuo
pueda pensar que tiene una mentalidad positiva, la mayoría de las personas sin
darse cuenta a lo largo de cualquier día de su vida prestan atención a
infinidad de aspectos que van en dirección contraria a sus deseos y
aspiraciones.
De poco sirve considerarte una persona positiva, si
a diario estás enfocando tu atención en problemas, negatividades o
limitaciones. Y ello no sólo incluye el pensar, sino el hablar y el sentir
cuando realizas cualquier acción.
Son millones las personas en el mundo que en
cualquier conversación incluyen de forma habitual expresiones de carencia, como
pueden ser “no tengo dinero”, “no puedo permitírmelo” “no está a mi alcance” y
de este modo lo que hacen es perpetuar la situación en la que se encuentran.
Con independencia de la situación que te encuentres
ahora, imagina, habla, siente y actúa como si la abundancia ya fuera parte de
tu vida. La mejor forma de empezar es agradeciendo todo lo que ahora ya tienes
y puedes hacerlo ahora mismo.
3- Creencia Positiva.
En el mundo falta fe. Si, has leído bien, he dicho
fe. Pero no te hablo de la fe religiosa, sino de la creencia en las auténticas
posibilidades que tienes como ser humano. Si tienes deseo de libertad financiera,
pero en tu interior no crees que puedas lograrla, así será.
No te engañes diciendo externamente que confías en
la providencia del Universo y en tu capacidad creadora, porque si realmente no
estás convencido de ello en tu fuero interno, ello no se materializará.
La cruda realidad es que existen muy pocas personas
que crean en sí mismas y que gocen de una buena autoestima y esta es otra de
las razones por las que pocos son ricos.
La mayoría de personas creen que no depende de
ellos el éxito en general y tampoco su abundancia financiera, pero si te
centras en desarrollar tus capacidades creativas, confías en ti y estás
dispuesto a arrancar las malas hierbas que se alojan en tu mente y a cambiar
tus creencias, lograrás abrir las compuertas de la riqueza.
Ya sabes que en los últimos años se ha producido un
incremento exponencial en el conocimiento sobre el poder mental y las leyes
universales, pero todavía son muy pocas las personas que ponen en práctica
estos principios y muchos menos los que los convierten en hábitos cotidianos.
Si llevas toda tu vida con determinados hábitos
mentales y de actuación, no vas a experimentar cambios simplemente por decir de
vez en cuando afirmaciones positivas o hacer visualizaciones. Debes entrenar y
practicar hasta que se conviertan en algo tan habitual en ti, como el
comportamiento que tenías anteriormente.